lunes, 19 de mayo de 2014

Lhardy

Era yo muy pequeña cuando mi abuela me llevaba a merendar a Lhardy y me contaba historias del, según ella, mejor restaurante de Madrid.
 Recuerdo el olor a pasteles, el sabor del caldo, que cada uno cogía del samovar de plata, sus maravillosas croquetas y los sandwiches de lechuga; las comidas de aniversario, en las que no faltaba el cocido madrileño.

                                                                                                       
 Lhardy fue el primer restaurante que hubo en España, tal y como se conoce hoy un restaurante; las mesas separadas, precios sobre papel para cada plato...
 Se fundó en el año 1839 por Emilio Huguenin, una vez desaparecido Fernando VII, y cuando la reina Isabel II tenía nueve años y, tomó el nombre de Lhardy por el Café Hardy del Boulevard de los Italianos, de París.
La Carrera de San Jerónimo se convirtió en la calle de moda y, Lhardy el lugar de encuentro y escapadas furtivas de La Chata y más tarde de Alfonso XII, así como del resto de la nobleza y lo más granado de la literatura.
 La nueva cara de Lhardy la estableció Rafael Guerrero, padre de la actriz María Guerrero. La fachada construida con caoba traída de Cuba, los mostradores de la tienda enfrentados, al fondo su magnífico espejo... Todo se ha mantenido tal y como lo proyectó.
 Es interesante saber que, Lhardy, fue el primer establecimiento hostelero de Madrid en permitir la entrada a señoras solas.


De todos los salones de Lhardy, el que guarda más secretos de la historia de España es el salón japonés en donde se dieron lugar todo tipo de conspiraciones. En el, se decidió el nombramiento de Don Aniceto Alcalá Zamora como presidente de la República y, también fue el lugar preferido por el general Primo de Rivera para reuniones reservadas con sus ministros. También guarda entre sus paredes otras historias menos truculentas, como las visitas de la cupletista la Fornarina, contemporanea de la Goya y la Chelito, para celebrar alli sus éxitos.


Azorín escribió sobre su espejo: "No podemos imaginar Madrid sin Lhardy. Lhardy resume la aristocracia y las letras. Y a su vez Lhardy es resumido por el espejo del fondo. Ese espejo, grande, con marco de talla dorada, está en el fondo de la tienda, sobre una consola con tablero de mármol blanco. En Lhardy, por sus concurrentes, por su historia, por lo selecto de su servicio, todo resulta noble. En los estantes nos miran las limetas, botellas y frascos de exquisitos vinos y licores, y el espejo lo abarca todo."


                                                                                   









                                                          


















                                                                                                       
                                      

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